Las emociones nos afectan de diferente manera. A algunas personas se les quita el apetito cuando están sufriendo estrés o están nerviosas. En cambio, a otras personas les pasa lo contrario. En los momentos de nerviosismo es cuando comemos más sin darnos cuenta. Es la llamada hambre emocional. Para entender qué desencadena esto, te explicaremos el por qué comemos más.
Cuando estamos pasando un mal momento, nos refugiamos en la comida. ¡Ya en la tele y las películas nos lo enseñan! Cuando alguien rompe con otra persona, siempre se la ve comiendo helado u otras cosas. Es como el dulce que alivia la amargura de una emoción negativa.
Lo cierto es que buscamos en la comida el consuelo o la distracción para no pensar en esas situaciones en las que nos sentimos tristes, solos, ansiosos, nerviosos o aburridos. ¡Incluso esto está inculcado de pequeños! A muchos niños se les da algo de comida cuando lloran para que se calmen. De esta manera, e inconscientemente, asociamos el consuelo con comer.
Es una muy buena pregunta. ¿Por qué en momentos de estrés no nos conformamos con comer una pieza de fruta, un yogur o unos pocos frutos secos? Es porque nos apetecen alimentos con un poco más de grasa. Ya sean dulces, como el chocolate, o bien salados, como las patatas fritas. Esto es así porque la grasa de estos alimentos activa sustancias químicas que dan satisfacción.
Cada una tiene unas características diferentes y son fácilmente detectables. Te contamos cuáles son las diferencias entre cada hambre para que las detectes y sepas si comes por hambre física o hambre emocional.
Nos da la sensación de hambre de manera gradual y se puede retrasar un poco.
Se elimina comiendo cualquier alimento, ya sea con verduras o fruta.
Fácilmente dejas de comer cuando te sientes lleno o bien.
No hay sentimientos de culpa por lo que se ha comido.
Aparece de pronto unas ansias de comer un alimento en específico y por mucho que comas otra cosa, no se te pasan las ganas de comer.
La cantidad que se come suele ser más alta de lo normal.
Tras comerlo, aparece el sentimiento de culpa.
Como hemos visto, con el hambre emocional aparece la culpa. Nos reprendemos por comer mal, nos sentimos tristes, y volvemos a comer. Es un círculo vicioso que hay que cortar. Porque, aunque dé placer comer, las emociones que provocaron esta hambre emocional siguen en nosotros. Tenemos que observarnos para poder conocernos y descubrir el motivo por el que estamos nerviosos, tristes o aburridos.
Y está claro que la actividad de sentarnos a ver una serie en muchos casos no ayuda para distraernos del hambre emocional. Busca algo que hacer que te sirva de distracción. Una actividad física como el yoga, baile, running o spinning. ¡Haz algún deporte de equipo! Tiene muchos beneficios psicológicos y emocionales. Una actividad más lúdica como apuntarse a clases de idiomas. Además de aprender un idioma, conocerás a más gente.
Para combatir el nerviosismo, practica yoga. Es una actividad que ayuda a mejorar nuestra flexibilidad y nos proporciona bienestar. A través de las distintas posturas, aprendemos a conocernos mejor, es una vía para tomar conciencia de nosotros mismos. Esta disciplina ayuda a eliminar el estrés y que recuperemos el control de nuestras emociones.
Puedes escribir en un cuaderno cómo te sientes, cuál es el origen y cómo te afecta. Anota lo que comes para saber si comes por ese estado de ánimo. Recuerda que, normalmente, cuando estamos aburridos nos da más por comer alimentos salados y crujientes. Y cuando estamos nerviosos nos tira más lo dulce como galletas.
Con este diario de emociones, podrás detectar patrones que inician el desencadenante y probar diferentes soluciones hasta dar con la que funcione, como dar un paseo para despejarte.
Recuerda que en tu mano está mejorar tu bienestar emocional y ayudarte a encontrarte mejor. ¡Es posible eliminar el hambre emocional! Te damos en otro artículo algunas ideas para conseguir ganar en felicidad y conocer tus emociones.