En los campos de cultivo es donde empieza todo el trabajo de plantación de los pequeños manzanos, que mediante el cuidado de nuestros agricultores crecerán hasta la época adulta y darán nuestras excepcionales manzanas. La época óptima para su plantación es en invierno, cuando el árbol permanece inactivo desde la caída de las hojas durante el otoño hasta la nueva brotación en primavera, en un estado conocido como reposo vegetativo.
La poda se lleva a cabo durante el invierno, época en que los manzanos pierden sus hojas dado que son árboles caducifolios. El objetivo de esta fase es ayudar y corregir los hábitos de crecimiento del árbol hasta alcanzar la madurez productiva. Así, con la poda crecen de manera equilibrada y desarrollan un esqueleto robusto.
A los árboles ya maduros, es decir, aquellos que se plantaron hace cuatro años y que ya han alcanzado su potencial de producción, nuestros agricultores los preparan para el próximo ciclo cortándoles las ramas superfluas para asegurar un buen equilibrio del árbol y darle vigor. Para ello, seleccionan las ramas que llevarán la mejor fruta y que podrán ofrecer la exposición al sol más favorable.
Los manzanos son muy resistes al frío e incluso al hielo: sus raíces y ramas pueden soportar temperaturas de hasta -20°C.
El invierno da paso a la primavera y con el cambio de estación llega la floración de los árboles. Este periodo de floración supone un reto muy importante dado que de ella depende el éxito de una buena recolección.
La vida de una flor puede variar entre dos y diez días. Durante ese periodo tendrá lugar la polinización, que corresponde al transporte de los granos de polen desde las antenas de las flores al estigma de esa misma flor u otra. Este proceso es realizado mayormente por nuestras amigas las abejas, amantes del polen de nuestros manzanos, que debido al corto periodo de polinización hacen un trabajo impecable para que todas las flores sean polinizadas. Paralelamente, hay otros factores naturales que colaboran con la polinización. Uno de los más influyentes es el viento, que gracias a su fuerza cuando sopla contribuye a trasladar el polen de la antena del estambre al estigma de la flor ayudando a que se obtengan así los frutos.
Con la llegada del calor y el verano, para que nuestras manzanas puedan desarrollar todas sus cualidades organolépticas –aquellas que perciben nuestros sentidos– se lleva a cabo el aclareo. Esto significa que se quitan del árbol las pequeñas manzanas estropeadas, deformadas o los racimos que contienen demasiados frutos, con la finalidad de garantizar la calidad de la fruta.
Esta fase es necesaria debido a que cuando manzano fructifica lo hace en múltiples frutos en un solo racimo, y este no dispone de suficiente espacio para crecer. Por ello, ser retiran las manzanas sobrantes para garantizar un número equilibrado de frutos por rama que crezcan con la máxima calidad y buen sabor.
Cada detalle cuenta, por ello, durante el periodo de crecimiento de la fruta, el riego del árbol es especialmente importante. Los manzanos necesitan mucha hidratación, por lo que nos aseguramos de que el riego que les damos es regular y suficiente.
Con unos sensores recogemos los datos necesarios que nos permiten ajustar el riego y hacerlo lo más preciso posible. Mediante el sistema de goteo, se ofrece solo la cantidad de agua y de nutrientes necesarios para el mejor desarrollo del árbol y de la fruta, sin que se malgaste agua y evitando impactos negativos en nuestro ecosistema.
La cosecha de las manzanas se hace entre finales de agosto hasta principios de noviembre, según la variedad. Para definir el momento ideal de la recogida, nuestros agrónomos extraen muestras de distintas manzanas en los campos y miden la madurez de la fruta.
Algunos de los parámetros que se tienen en cuenta son el análisis del índice de azúcar y la tasa de regresión de almidón, que son esenciales, así como también los aromas, el color y la firmeza de la fruta. Todos estos elementos en su conjunto permiten determinar si la fruta ha alcanzado su nivel de madurez óptima y si se puede recolectar.
Cuando se alcanza el punto óptimo de maduración es el momento en que se recolectan las manzanas. La recogida se realiza manualmente y en varias pasadas. En cada una de ellas solo se seleccionan las manzanas que han alcanzado la madurez con las mejores condiciones.
Para preservar la calidad de la fruta, la cosecha solo se hace cuando el tiempo es seco y desde la parte inferior del árbol hasta arriba. De esta forma, se evita que las manzanas se puedan estropear al caer unas encima de otras.
Cada manzana se coge con la palma de la mano, con precaución, y luego se gira hacia arriba antes de despegarla, evitando así que se pueda dañar. La manzana se despega entonces de la rama con su pedúnculo y se deposita con cuidado en cajas.